México frente a la estafa, digo reforma...
Hemos perdido la batalla frente a la Justicia. Si algo habíamos querido aprender de nuestra historia no lo logramos. Somos un país decapitado, una masa que se mueve por inercia y se regodea en su propia miseria e indiferencia, tenemos hambre y lo único que hemos hecho es desarrollar el instinto de aguante. ¿Qué otra cosa podemos hacer sino es solo resistir? Lo tenemos impreso en nuestra conciencia y lo reproducimos como la invencible verdad que nos toca vivir.
La reforma en telecomunicaciones
no favorece sino fortalece a un gobierno opresor, corrupto y enemigo de su
propio pueblo. Es evidente que le
preocupa la creciente participación de ciudadanos que encontraron en la red,
porque en ningún otro lado existe, el
espacio para reclamar justicia ante las atrocidades de un gobierno
deficiente. Un gobierno que solo
respalda sus intereses partidistas y económicos.
Podría citar cifras, estadísticas,
hechos recientes que evidencian cómo funcionan las cosas en este país. Los monopolios
van en crecimiento a la par del desempleo, la pobreza y el hambre de millones
de mexicanos. Las fórmulas que el
Ejecutivo sustenta no funcionan para solucionar esos problemas, no podemos
seguir permitiendo que nuestros recursos se aprovechen por otros mientras aquí tenemos
necesidad, no es posible que se censure
las voces disidentes de ese actuar a través de la opresión y la violación del derecho a la información y la libre expresión.
Somos un país que posee riqueza natural
en gran escala, la fuente de producción económica está en nuestros recursos, el
aprovechamiento de ello implica bienestar para todos. Podemos
ser un país de primer mundo bajo los pilares de administración, distribución, explotación
eficiente e igualitaria de esos
recursos. Debemos dejar de tomar decisiones
por intereses particulares.
No debería ser posible que la juventud mexicana este en
completa quiebra, que los ministerios públicos
sean las entidades más corruptas, que la clase política mexicana tenga los
sueldos más altos en todo el mundo, que el acceso a un cargo público este
condicionado a tráfico de influencias y corrupción, que nuestros legisladores
atiendan los intereses de unos cuantos, que tengamos 60 millones de personas en
extrema pobreza, que no tengamos inversión en tecnología y ciencia, que nuestro presidente sea un maniquí televisivo.
Pero sobre todo que seamos incapaces de decir basta.
¿Debería preocuparnos las
recientes reformas? Somos un país donde
la producción de leyes no garantiza la solución de nuestros problemas. La mayoría
de ellas son letra muerta, promulgada
bajo principio de legalidad, que solo acrecienta
el limbo de lo que conocemos como
Derecho.
Para muchos pensadores la política
es el arte de la solución, la actividad por la cual una sociedad da solución a
sus problemas primordiales a través de la toma de decisiones que se traducen en
una mejora de vida. Bajo ese rubro “Política
es Política”
Pero vivimos en un país donde la
masa es manipulable y los intereses de elite son fuertes. El cinismo de esa
elite se traduce en el impulso de mantener el estado de las cosas bajo
impunidad, indiferencia y acciones que no favorezcan a la mayoría.
Esto se traduce en monopolios, tráfico
de influencias, injusticia y
desigualdad. Los ciudadanos no son el eje central de la sociedad sino
meros índices y estadísticas, no tenemos nombre y rostro delante de una oligarquía
sumamente inteligente. Muy pocos estarían dispuestos a poner en riesgo sus
intereses económicos en pro de una sociedad bien administrada y por supuesto
igualitaria.
Una sociedad educada bajo
principios de libertad sabría asumir sus obligaciones para exigir sus derechos, el reto no está en sanear las instituciones públicas
del país sino en la transformación de sus ciudadanos, no podemos seguir dotando
al Estado del poder sin freno y sin conciencia que hasta hoy ha tenido, debemos apostar a fortalecer a cada mexicano
en su educación. Pero eso es mero ideal. La reforma en materia
de telecomunicaciones es un ejemplo del miedo atroz que la elite de poder le tiene al derecho de los
ciudadanos, a participar y opinar en la toma de decisiones más importantes, han
asumido con la reforma acrecentar las facultades de quienes dirigen al
Estado, facultades que violentan el
derecho a la libre expresión y a estar
informados, hemos de seguir reproduciendo la realidad de la manipulación, la fantasía
y el oscurantismo entre la sociedad. Ahora quienes gracias a ese estado de
ignorancia viven en la opulencia evidencian una vez más la necesidad de seguir
en la punta, sin importar el gran retroceso al que quieren someternos.
Hoy el país está en completo
luto, habremos de esperar el tiempo futuro para escuchar “el usted disculpe nos
equivocamos”, mientras las persecuciones a quienes no se sometan empezaran a
ser más evidentes. Si tenemos a las
instituciones más corruptas impartiendo justicia el futuro es muy predecible.
Hemos fortalecido un orden que supera las expectativas de quienes debemos
obedecerle. Somos el único país en América
Latina que vuelve al precario Estado absoluto. ¿Cuánto más debemos resistir?
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